¿Es la Inteligencia Artificial una nueva revolución tecnológica?
Albrecht von Bollstädt , más conocido como Alberto Magno, nació alrededor del año 1200 en Lauingen, Alemania. Fue un genio de su época: teólogo, filósofo y científico, al que apodaron "Doctor Universalis" por todo lo que escribió y estudió. Abordaba diversas disciplinas, desde teología y filosofía hasta ciencias naturales, astronomía, ética y política. Alberto marcó un antes y un después en la filosofía medieval al juntar la razón con la fe, tomando a Aristóteles como base para crear una visión más ordenada de la teología cristiana. También fue de los primeros en traer a Europa el conocimiento científico y filosófico de los griegos y los árabes.
En su vida, enseñó en universidades importantes como las de Colonia y París, y entre sus alumnos estuvo nada menos que Tomás de Aquino. En 1931 fue canonizado y declarado Doctor de la Iglesia. Hoy se le considera el patrono de los científicos.
Tomás de Aquino nació en 1225 en Roccasecca, Italia, y se convirtió en uno de los pensadores más importantes de la historia cristiana. Su obra más conocida, la Summa Theologiae, busca unir la fe cristiana con las ideas filosóficas de Aristóteles. Fue alumno de Alberto Magno, quien lo llevó de París a Colonia para trabajar con él como asistente en el Centro de Estudios Teológicos de los Dominicos.
Se cuenta una leyenda bastante curiosa sobre Alberto Magno. Dicen que tenía conocimientos de magia, alquimia y astrología, y que dedicó 30 años de su vida a crear un androide que podía hacer tareas específicas. Según algunas versiones, era una cabeza parlante; en otras, era un humanoide capaz de caminar y abrir puertas. Un día, Alberto quiso mostrarle su creación a Tomás.
Al caer la tarde, Tomás llegó al taller de Alberto, quien lo invitó a pasar. Con la poca luz que entraba por una ventana, Tomás vio de pronto a una figura femenina que parecía irradiar una luz sobrenatural. La mujer lo saludó con cortesía, pero algo en ella no estaba bien: parecía vacía, sin vida. Convencido de que se trataba de algo diabólico, Tomás reaccionó rápidamente. Agarró su báculo y, mientras recitaba una oración, destruyó la figura en un instante. Alberto, horrorizado, exclamó: “Periit opus triginta annorum!” (¡Se ha perdido mi trabajo de treinta años!).
El androide de Alberto Magno hoy en día no impresionaría a nadie, ya que, ocho siglos después, existe la tecnología que posibilita tener un asistente como el que él describió. Robots como Pepper, Neo y Sophia ya están presentes en diversos ámbitos, desde la atención al cliente hasta la educación. Estos asistentes robóticos pueden realizar tareas como responder preguntas, brindar información y hasta mantener conversaciones simples.
Hay incluso robots más avanzados, como el robot-cirujano Da Vinci, o el robot explorador Spot, con lo cual podemos imaginar un futuro donde los robots sean nuestros compañeros inseparables, capaces de aprender y de adaptarse al entorno humano.
Cada vez hay más tecnólogos y pensadores que consideran a la inteligencia artificial (IA) como una nueva revolución tecnológica, debido a su profundo impacto en múltiples ámbitos de la sociedad. Su capacidad para aprender de grandes volúmenes de datos y mejorar continuamente sus habilidades la convierte en una herramienta extremadamente poderosa. Esta tecnología está automatizando tareas que antes requerían intervención humana, lo que a su vez está transformando industrias y redefiniendo el mercado laboral. Además, la IA está impulsando el surgimiento de nuevas industrias y modelos de negocio, fomentando el crecimiento económico y la innovación.
En resumen, la IA tiene todas las características de una revolución tecnocientífica, al combinar avances disruptivos en ciencia y tecnología que generan cambios profundos y estructurales en la manera en que las sociedades producen, consumen y se relacionan. Al igual que ocurrió con la máquina de vapor en la Revolución Industrial o la electricidad en la Segunda Revolución Industrial, la inteligencia artificial no solo redefine procesos, sino que también plantea retos éticos, sociales y normativos que requieren una reflexión colectiva para maximizar sus beneficios y minimizar sus riesgos.
Ray Kurzweil, por ejemplo, ha popularizado la idea de la singularidad tecnológica, un punto en el futuro en el que la inteligencia artificial superará a la inteligencia humana. Según Kurzweil, esta singularidad marcará un antes y un después en la historia, con avances tecnológicos exponenciales y cambios radicales en la sociedad.
Por su parte, Elon Musk ha expresado supreocupación por el desarrollo descontrolado de la IA, advirtiendo sobre los riesgos potenciales que esta podría representar para la humanidad. Musk ha fundado OpenAI con el objetivo de desarrollar una IA segura y beneficiosa para todos, pero también ha abogado por una regulación estricta en este campo.
Nick Bostrom, filósofo y experto en ética de la IA, ha explorado en profundidad las implicaciones a largo plazo del desarrollo de esta tecnología. Bostrom ha planteado escenarios hipotéticos en los que una superinteligencia artificial podría tomar decisiones que no estén alineadas con los valores humanos, lo que podría tener consecuencias catastróficas.
¿Qué significa esto para nosotros?
Toda crisis es a la vez una oportunidad. La IA ofrece una oportunidad única para que los países en desarrollo aceleren su crecimiento y superen desafíos históricos. Al adoptar tecnologías de IA maduras, es posible saltar etapas del desarrollo tecnológico y económico, resolviendo problemas complejos de manera más eficiente. Además, la IA permite desarrollar soluciones personalizadas para
abordar problemáticas locales, como mejorar la productividad agrícola o transformar los sistemas educativos. La creación de aplicaciones y servicios basados en IA puede generar nuevos empleos y atraer inversiones, impulsando el desarrollo económico. Asimismo, la IA puede contribuir a reducir la brecha digital y mejorar la calidad de vida de las poblaciones más vulnerables, al facilitar el
acceso a servicios esenciales y a información en múltiples idiomas.
Para países en desarrollo como Perú, adoptar y usar la inteligencia artificial (IA) puede traer grandes beneficios si se trabajan tres áreas clave:
- Integrar la IA en la educación: Es fundamental incluirla en los contenidos educativos, siguiendo ejemplos de países como Estados Unidos, China y Corea del Sur. Esto prepara a los estudiantes para el futuro, fomenta habilidades como el pensamiento crítico y la creatividad, y los impulsa a innovar.
- Fomentar la colaboración público-privada y académica: Crear centros de investigación conjuntos facilita el intercambio de conocimientos y el desarrollo de soluciones innovadoras. Además, los incentivos fiscales pueden atraer inversiones en IA, mientras que las incubadoras y aceleradoras ayudan a las startups a crecer y consolidarse.
- Impulso el desarrollo de la IA: Esto requiere acciones concretas como:
- Invertir en infraestructura tecnológica, como redes de alta velocidad y centros de datos
- Establecer marcos regulatorios sólidos que protejan la privacidad de los datos y garanticen su seguridad
- Definir estándares técnicos (como la ISO 42001) y éticos para un uso responsable de la IA
- Promover la cooperación internacional para facilitar el acceso a tecnologías, conocimientos y financiamiento.